Léase por favor Mateo 18:23-35
¡Gracias a Dios por su don inefable!
2 Corintios 9:15
Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos…
Acaso usted está en dudas que puede tener en común estas dos referencias, una del don inefable (quiere decir que no se puede decir o explicar) de Dios por el cual damos gracias y otra referencia de nuestro capitulo que habla de una deuda de una cantidad de dinero casi incontable. Se me ha ocurrido que nosotros, por haber estado bajo la enseñanza de la sana doctrina quizás todas nuestras vidas, hacemos algunas presunciones acerca de la enseñanza en el mundo de la cristiandad. Recién, escuchando la lectura bíblica que escucho en español casi todos los días, habló una mujer, sugiriendo que el verso de 2 Corintios 9 habla del don que Dios nos ha dado de un corazón que quiere dar a otros. Yo me quedé totalmente sorprendido de escuchar tal sugerencia, pues siempre este versículo, que a menudo se ha leído durante el partimiento de pan, habla del don de Dios de su amado hijo. Después de reflexionar y volver a leer el verso en el contexto del capítulo donde el apóstol Pablo habla en detalle de la generosidad económica, me di cuenta que en verdad el apóstol no se explica cuando dice ¡Gracias a Dios por su don inefable!
Pero de todos modos, yo estoy convencido que el apóstol habla del don de su amado Hijo como en Romanos 8:32 donde no queda dudas. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Es un gran contraste, lo que Dios ha dado, comparado con lo poco que nosotros podemos dar, y además, el motivo porque debemos ser generosos.
Asimismo, la deuda mencionada como una de diez mil talentos habla en términos generales y no dice como fue que un siervo hubiera podido aumentar una deuda tan grande. Sin embargo, ¿podemos dudar que la cantidad casi incontable representa la deuda tan grande que nosotros debíamos, siendo pecadores con pecados también casi sin número que no se puede contar? ¿Podría aquel siervo, con la venta de su todo, incluso su persona, su esposa, sus hijos, y todo lo que tenía pagar tan gran deuda? Y el dicho del siervo Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo
era algo ridículo; ¿Cómo imaginaba que tan gran deuda podría ser pagado en docenas de vidas? Su única esperanza era la compasión y bondad del rey a perdonar tan gran deuda. Así entendemos, aunque no lo dice, que la semejanza del reino de los cielos refiere a una deuda pagada por Cristo en la cruz, una deuda que de otro modo no sería pagada ni en una eternidad en tormentas. El gran contraste entonces, semejante al verso 15 de 2 Corintios 9, es entre lo poco debido por el consiervo al siervo que fue perdonado tanto. Cualquier injuria o injusticia que puede ser hecha a nosotros no se compara con lo que Dios nos ha perdonado.
Así lo que nos enseña la semejanza del reino de los cielos, teniendo en cuenta como no habla del cielo, sino de principios que se practica en la tierra entre siervos del rey. El apóstol Pablo nos da la enseñanza practica en Efesios 4:31-32 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Algunos han tratado de decir que este capítulo enseña que el que no perdona, se le quita su perdón eternal de sus pecados, y así pierde su salvación. Decir esto contradice muchas otras escrituras que nos aseguran que eso nunca puede pasar. Según Juan 10:27-30 no hay posibilidad que Dios quite nuestra salvación eterna por un espíritu no perdonador. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.
Así lo que dice aquí acerca del siervo tiene que tener otro sentido; Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Acaso vale la pena contar brevemente la historia de Corrie ten Boom, la señora encarcelada y maltratada por los Nazi por haber escondido a unos judíos durante la segunda guerra mundial. Dos años después de la guerra, uno de los guardias de la prisión le ofreció la mano a Corrie, diciéndole que había conocido a Cristo como su salvador. Corrie se acordaba de él, uno de los más crueles, y se le parecía muy difícil tomar esta mano extendida. Dentro de una breve pausa, al mirar la mano, ella pensaba primero de muchos amargos que sobrevivían el conflicto, pero consumidos de enojo y venganza por su maltrato, como ellos sufrían “de los verdugos” dentro de si por el espíritu de no perdonar. En un momento, ella ofreció una oración al Señor, diciendo en su corazón “Señor, yo no puedo; ayúdame perdonar este hombre por amor de ti.” Ella dijo en aquel momento que era como el mismo amor de Dios descendió del cielo, entró por encima de su cabeza, y salió por su mano, la cual extendió al exsoldado Nazi, y le dijo que con todo su corazón le perdonó por las ofensas anteriores. Esta historia conmovedora se encuentra en su libro intitulado “Una prisionera y aun…” No sé si se encuentra en español, pero me parece que, cualquier ofensa que nosotros podemos sufrir, no se puede comparar a lo sufrido por aquellas mujeres, prisioneras por la crueldad Nazi. Me ha sido de un ejemplo que debemos sacar de estos últimos versos de Mateo 18.
Felipe Fournier
5 octubre de 2025