Juan 20: Tomás, y la ternura de Jesús resucitado

Léase por favor Juan 20:24-31

Los versos que quedan en nuestro capítulo resaltan con tres cosas destacados. Primero, las dudas de Tomás; siguiente, (algo medio escondido pero detectado por el contexto) la ternura de los otros discípulos hacia el hermano con dudas. Y por fin, el amor y bondad del Salvador resucitado hacia aquel discípulo y su declaración de bendición por nosotros, quienes no lo hemos visto nunca con los ojos físicos.

Volviendo a considerar la vida y lo poco que sabemos de este discípulo Tomás; tenía otro nombre, Tomás … llamado Dídimo, algo que parece muy común en el mundo latino, y también algo común aquí en los EU, que uno tiene un apodo. Este apodo se menciona tres veces, aquí en nuestro capitulo, en el siguiente capítulo y una vez antes en el capítulo 11, acerca de Lázaro, el hermano ya muerto de Marta y María. Según lo que entiendo el Dídimo significa mellizo. Acaso Tomás tenía un hermano mellizo y por eso le llamaron así. Pero normalmente cuando pensamos de Tomás, pensamos de los versículos en Juan 20 donde habla de sus dudas acerca de la resurrección del Señor Jesús. O también, como leemos en Juan 14, Tomás dijo Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Acaso somos “mellizos” pues nos damos cuenta de que somos también “creyentes incrédulos”.

Pero en Juan 11 vemos otra escena, algo en que debemos imitar a Tomás. Habían llegado algunos mensajeros con noticias de la enfermedad de Lázaro. Jesús, aunque quedó dos días en el mismo sitio, por fin dijo Vamos á Judea otra vez. Los otros discípulos dijeron que era de mucho peligro, pues intentaron los judíos de Judea apedrearle a Jesús en aquel sitio, y entonces ¿y otra vez vas allá? Jesús entonces explicó de la muerte de Lázaro y como él iba a ir para despertarle del sueño. Sobresalió Tomás en esta ocasión con palabras fieles y animosos. Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él. Como hemos notado antes, Pedro dijo palabras jactándose que estaba listo para morir por el Señor Jesús, y fue corregido por el Señor diciendo que no era así. Pero yo creo que Tomás aquí en su sinceridad dijo palabras de certeza, y que en verdad hubiera muerto apedreado con el Señor si fuera necesario. ¿Es así con nosotros? Si no estamos listos para morir por el Señor, ¿estamos listos por lo menos de vivir por él?

Y ahora, consideramos el caso de las dudas de Tomás, expresadas en palabras muy fuertes en Juan 20. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Eran palabras duras e incrédulas, palabras tristes sin duda a sus condiscípulos que con alegría habían expresado su gozo de haber visto al Señor Jesús, resucitado de entre los muertos. Pienso que ellos en la semana después hablaron con ternura con este discípulo tan terco, pues en ocho días, allí estaba con ellos. No es fácil continuar rogando a nuestros hermanos cuando a veces se expresan en una forma así tan dura. Quizás se nos ocurre “sacudir los pies” pero los discípulos no hicieron eso. Sea como sea, allí estaba Tomás con ellos después cuando el Señor les apareció.

Antes, en el capítulo 1, vimos al Señor Jesús declarando su divinidad por haber visto a Nataniel debajo de la higuera. Ahora lo vimos como el que sabia todo, incluso las dudas de Tomás, expresadas en su ausencia, otra prueba fuerte de su deidad. Y, ¡con que palabras de ternura Jesús habló con Tomás, sabiendo todo! Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. ¿Y la respuesta del hombre terco e incrédulo? Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Recibió después Tomás las palabras benditas del Señor que incluyen a nosotros Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Los que dicen que Tomás estaba diciendo una expresión de sorpresa y no una expresión de fe deben ser corregidos, pues expresamente dice le dijo. Mas allá de toda duda, Tomás expresaba la divinidad del Salvador resucitado y Jesús recibía su fe con agrado. Se nota también en el ejemplo de Tomás, creyendo por haber visto, como será con el remanente de Israel en aquel día venidero; Y mirarán a mí, a quien traspasaron… Zacarias 12:10 Nosotros, la iglesia en la época de la gracia, por gracia nos vemos en las palabras bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Nuestro capitulo termina con el motivo principal del evangelio de Juan. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. No podemos rendir a Dios ningún tributo más grande que el de creerle totalmente y simplemente a través de su palabra, sin pedir ninguna corroboración por la vista o por el sentimiento.

Felipe Fournier
11 febrero de 2024


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