Marcos 3: La tragedia del hombre religioso, los discípulos escogidos

Léase por favor Marcos 3:1-19

En el principio de nuestro capítulo vemos destacado acaso uno de los más tristes testimonios a la hipocresía y maldad del hombre religioso, pero sin Dios. Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle. ¿Había en ellos alguna simpatía para un hombre con un defecto tan prejuicioso? ¿Anhelaban ver la maldición de los pecados aliviada por el Mesías prometido? No, para nada. Ellos buscaban defender su interpretación del sábado para acusar a Jesús. Eran odres viejos, solo con la naturaleza de Adán y no vieron su necesidad del médico divino para curarlos, pues se creían sanos.

Pero Jesús no iba a acomodar sus pensamientos y así negar la bendición al hombre necesitado. Acaso yo, con pensamientos humanos, hubiera dicho yo les mostraré como no ser atrapado por sus acechanzas por no curar al hombre. Pero no, el medico divino, como perfecta manifestación de Dios mismo, iba a mostrarse otra vez el siervo perfecto de Dios, y con compasión divina dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Por ellos, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones. Guardando la ley, según ellos, con este meticuloso cuidado salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle. ¿No se les ocurría que estaban contemplando homicida? ¿Guardar el sábado escrupulosamente pero matar a un hombre por haber hecho algo bueno? Así es el hombre religioso.

Mas Jesús se retiró al mar con sus discípulos… Siendo el siervo perfecto, no buscaba la popularidad, como anhela tener tantos en nuestro día, aun los que dicen que son siervos de Dios. No recibía el testimonio de los demonios, quienes sabían quién era, mientras los lideres religiosos rechazaban aquel testimonio tan fuerte. Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía mucho para que no le descubriesen.

Del mar, retiró hasta la montaña Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar. Esta expresión para que estuviesen con él solo se encuentra en nuestro evangelio (y no en los otros tres), pero es demasiado precioso. ¿Queremos ser fieles siervos del Señor Jesús? Primeramente es necesario, como era con los discípulos, estar con él y conocer su voluntad así a través de la cercanía con Jesús.

En otros estudios hace varios años estudiamos los doce discípulos. (Muchos de mis estudios anteriores se encuentra aquí tesorosescogidos.mx y otros más aquí philsautoteacher.tripod.com). Acaso aquí vale la pena darnos cuenta de quienes eran y reflejar que ninguno de ellos hubiera sido destacado como líder natural o con mucho don o elocuencia. Eran hombres humildes, y menos Judas Iscariote, hombres de fe quienes habían sido bautizados por Juan Bautista y esperaban el reino de Dios.

Simón Pedro – el hijo de Jonás (Mateo 16:17; Juan 1:42), natural de Betsaida. Su nombre Cefas que significa “una piedra” le fue dado por el mismo Señor Jesús (Juan 1:42). Pasamos bastante tiempo en los estudios anteriores sobre la vida de este discípulo quien conocemos mejor que todos los demás por las muchas referencias a su hablar, pues era un hombre extrovertido, siempre listo para decir algo. (enlace)

Jacobo – hijo de Zebedeo, hermano de Juan, y compañero de pesca de Pedro y Andrés (Lucas 5:7,10). Fue el primer apóstol en ser martirizado por Herodes en Hechos 12:1-2 mientras Pedro fue suelto de la prisión, mostrándonos como no es siempre la voluntad de Dios librar a todos de la enfermedad o de la muerte. (enlace)

Juan – autor del evangelio, tres epístolas y el libro de Apocalipsis. Hijo de Zebedeo y compañero de pesca de Pedro y Andrés (Lucas 5:7,10). El Señor le puso por sobrenombre a Jacobo y Juan, Boanerges, es decir, los hijos del trueno que acaso nos dice algo de su carácter fuerte.

Andrés – hermano de Pedro, conocido por su carácter de traer las personas a Jesús. (Juan 1:41, Juan 6:8-9) (enlace)

Felipe – también de Betsaida, encontrado por Jesús en Juan 1:43. (enlace)

Bartolomé – también llamado Natanael, visto por Jesús debajo de la higuera. (Juan 1:45; 21:2). (enlace)

Mateo – hijo de Alfeo, y autor del evangelio, también llamado Leví en el capítulo anterior y antes siervo de los romanos trasladado a ser siervo de Jesucristo. (enlace)

Tomas – cuyo nombre quiere decir “un gemelo.” Dudaba de la resurrección de Jesús pero después confesaba que era ¡Señor mío, y Dios mío! (Juan 20:28) (enlace)

Jacobo – acaso hermano de Mateo pues su padre también se llamaba Alfeo. No se confunde con el hermano de Juan ni tampoco con Jacobo o Santiago, hermano carnal del Señor y autor de la epístola. (Gálatas 1:19 y 2:9)

Tadeo – también llamado Lebeo y a lo mejor, Judas en Juan 14:22 (Mateo 10:3)

Simón – de quien sabemos muy poco, llamado Zelotes. Era cananista o sea, de la ciudad de Cana de Galilea donde Jesús cambiaba el agua a vino. (Juan 2:1)

Judas Iscariote – el traidor que tenía un demonio. Para que se cumpliera la Escritura tenía que haber un traidor entre los apóstoles (Juan 13:18), y por eso el Señor tuvo que elegir uno que era infiel. ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Juan 6:70 (enlace 1 y enlace 2)

Continuamos Dios mediante con este capítulo la semana que viene.

Felipe Fournier
28 abril de 2024